La chinchilla doméstica

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Comportamiento de la chinchilla doméstica

Las chinchillas son animales sociales. Esto quiere decir que viven en grupos en los que existen relaciones entre los individuos. Y las chinchillas domésticas no han dejado de ser sociales. Por tanto, estos animales no son de esos que se meten en una jaula y sólo se contacta con ellos para darles de comer o limpiarles el alojamiento. Una chinchilla en una mascota que necesita y va a demandar de su propietario el contacto diario.

En todos los animales existe un periodo de tiempo en el que se inician y se definen las relaciones con el mundo que les rodea. A este proceso se le llama sociabilización, y al tiempo en el que ocurre se le denomina periodo de sociabilización. Pues bien, este periodo no es eterno, sino que dura unas pocas semanas o meses. Nuestra experiencia personal es que la existencia de las chinchillas está muy ligada a la madre durante las primeras dos semanas de vida. Esto no quiere decir que no exista interés por lo que le rodea, ya que las crías de chinchilla son extremadamente precoces. No es infrecuente verlas salir del nido a las pocas horas de haber nacido. Sin embargo, cuando hablamos del periodo de sociabilización nos referimos no a cuando descubren el entorno, sino a cuando interaccionan con él y establecen relaciones de confianza o de rechazo que serán mantenidas en el futuro. Cuando este periodo se ha caracterizado por la presencia escasa de estímulos, la sociabilización es deficiente.

Hay que darse cuenta de que en la naturaleza la sociabilización debe ser lo más perfecta posible, ya que les va la vida en ello. Deben saber reconocer inmediatamente si el que se acerca es amigo o enemigo. Y esto se debe aprender muy pronto, cuanto antes. Casi desde el momento mismo del nacimiento saben reconocer a los miembros del grupo familiar, ya que la entrada al nido de los componentes del grupo no está limitada, aunque en algunas ocasiones se rechace la entrada del macho ya que pueden ser realmente insistentes al intentar copular con la madre poco después del parto.

Si la madre acepta a sus compañeros humanos, no existe ningún riesgo en introducir la mano en el nido y comenzar a extraer a las crías recién nacidas una vez que estén secas. Es muy conveniente contactar frecuentemente con las crías desde que nacen para que reconozcan el olor y el sonido humano como amistoso. Cuando tienen unos 10-15 días el contacto debe ser cada vez más estrecho ya que es en estos momentos cuando se fijan las impresiones positivas de aquello que les rodea. Pasado el periodo de sociabilización es muy difícil conseguir que un animal acepte como no peligroso aquello que desconoce. Por más que el cuidador sea afectuoso y cuidadoso, si una chinchilla no ha aprendido a confiar en los humanos, probablemente no va a aceptar a las personas. Por esto, se aconseja la manipulación y el juego con las crías de chinchilla desde el momento de su nacimiento. Aquellas crías que perciban a las personas como algo familiar y confiable en su entorno se convertirán en chinchillas sociables capaces de aceptar a cualquier persona que se acerque a ellas con naturalidad y tranquilidad. De igual modo ocurre con todo tipo de sonidos o mascotas con los que convivan las crías en este periodo.
En el caso de unas chinchillas mantenidas en una zona de la casa de bastante tránsito y ajetreo, es fácil observar que están profundamente dormidas a pesar del ruido que se hace en las labores de limpieza, cocina o teniendo encendido el televisor. O cómo les resulta indiferente que se acerque un gato a olisquear la jaula. Las fotografías que acompañan a este texto ilustran el caso de una chinchilla criada con gatos desde el día de su nacimiento. La fotografía de la izquierda muestra como aún teniendo muy pocos días de vida no muestra ningún temor. La fotografía de la derecha es todavía mas reveladora. Es la chinchilla la que se acerca al gato a olisquearlo. Conocemos casos todavía más clarificadores. En concreto el de una chinchilla cuya diversión era la de perseguir al gato con el que vivía. La propietaria tuvo el acierto de grabarlo en vídeo.

Este es un comportamiento adquirido en la cría doméstica que jamás se daría en estado salvaje, donde la presencia de un posible depredador o un ruido fuerte sería suficiente estímulo como para emprender la huída hacia un refugio. En las chinchillas que no han tenido una buena sociabilización se puede observar que son más temerosas y asustadizas. Generalmente aprenden a aceptar a aquel que les provee de comida, pero ante cualquier movimiento brusco o situación un poco extraña tienden a esconderse con rapidez.
Lo expuesto anteriormente son las razones que tenemos para aconsejar fervientemente que se adquieran chinchillas procedentes de la cría doméstica. En particular, de la cría domiciliaria. Las crías que proceden de una camada que se ha mantenido como se ha relatado anteriormente, suelen carecer por completo de miedo o prevención contra las personas. Podemos relatar el ejemplo de una pareja de chinchillas que cedimos a un conocido a una edad relativamente temprana como es el mes y medio de vida. Para entregárselas las metimos en una caja transportín de cartón y se la dimos a su nuevo propietario. Abrir la caja y subirse a las manos de su nuevo dueño fue todo uno. No mostraron el más mínimo signo de temor a pesar de ser una persona desconocida y de estar en un ambiente totalmente extraño. Al introducirlas en su nueva jaula se dedicaron a recorrerla y a investigar cada rincón. A pesar de que la jaula contaba con un refugio en ningún momento pretendieron esconderse dentro. Al contrario, se pusieron a comer. Este ejemplo muestra lo que puede conseguirse con una correcta sociabilización de las chinchillas.

Las chinchillas no son animales agresivos. Salvo ciertos ejemplares muy asustadizos, jamás morderán a una persona. Excepto que las manos huelan a comida y confundan un dedo con un trozo de manzana. Pero en este caso la culpa no es de la chinchilla, sino del que no se ha limpiado las manos. Son animales bastante dormilones durante el día y activos a partir del atardecer. Sin embargo es fácil acostumbrarlos a ciertos horarios “intempestivos” para una chinchilla. Nosotros tenemos por costumbre ofrecerles un trocito de pan duro cuando desayunamos. Desde que iniciamos esta costumbre, cuando notan que nos levantamos se ponen a dar saltos y a reclamar su golosina. Incluso las crías de un mes de vida. Ahora toda la familia se levanta a la misma hora.

Un comportamiento extraordinario de las chinchillas y que les diferencia de todos los demás animales domésticos es su afición a los baños en arena. Debido a que proceden de una zona donde apenas llueve, para limpiarse el pelaje han sustituido los baños en agua por los baños en arena. No puede utilizarse una arena cualquiera. Debe emplearse una arena muy fina que se vende especialmente para ellas. Se les debe ofrecer durante unos 20 minutos como máximo y con una frecuencia que dependerá de la humedad de la zona. Como orientación, se puede comenzar con 2 o 3 baños semanales. Si vemos que las chinchillas comienzan a rascarse más de la cuenta se debe reducir la frecuencia de los baños.



Bibliografía impresa
  1. Quesenberry KE, Donnelly TM, Hillyer EV. Biology, husbandry and clinical techniques of guinea pigs and chinchillas. En: Quesenberry KE, Carpenter JW. Ferrets, rabbits and rodents: clinical medicine and surgery. 2ª ed. St. Luois: Saunders; 2004: 232-244.
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